En el contexto de la sociedad israelita antigua, el sacerdocio tenía roles y responsabilidades distintas, incluyendo el consumo de ofrendas sagradas. Este versículo establece una disposición donde los esclavos, ya sean comprados o nacidos en el hogar del sacerdote, podían comer de la comida del sacerdote. Este permiso refleja un principio más amplio de inclusividad y cuidado dentro del hogar. Sugiere que aquellos que formaban parte del hogar del sacerdote, independientemente de su origen o estatus, debían ser tratados con dignidad y provistos de lo necesario. Esta inclusión puede verse como un reflejo de la provisión y el cuidado de Dios por todas las personas dentro de la comunidad. El versículo también destaca la importancia de las bendiciones compartidas y la responsabilidad comunal, enfatizando que todos bajo el cuidado del sacerdote debían ser alimentados y sostenidos. Sirve como un recordatorio del valor de la hospitalidad y la importancia de asegurar que todos los miembros de un hogar sean atendidos e incluidos en las bendiciones de la comunidad.
Pero si el sacerdote compró alguna alma, la cual tuviese en su casa, el precio de la compra será como el precio de un criado; y si la compró de un extranjero, será como el precio de un criado.
Levítico 22:11
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