En la antigua Israel, la sal era más que un simple condimento; era un símbolo de preservación, pureza y permanencia. La instrucción de sazonar las ofrendas de grano con sal subraya la importancia de estas cualidades en la relación de los israelitas con Dios. La naturaleza preservadora de la sal refleja el pacto duradero entre Dios y Su pueblo, recordándoles que Sus promesas son eternas. Además, la sal era un recurso valioso, significando la sinceridad y el valor de las ofrendas presentadas a Dios. Al incluir sal en sus ofrendas, los israelitas reconocían la sacralidad de su pacto y la necesidad de pureza e integridad en su adoración.
La frase "sal del pacto" implica un acuerdo vinculante que está destinado a perdurar, al igual que la sal preserva los alimentos. Este aspecto del pacto resalta el compromiso mutuo entre Dios y Su pueblo. Para los cristianos de hoy, este versículo puede servir como un recordatorio de la importancia de la sinceridad y la fidelidad en nuestras prácticas espirituales. Nos anima a acercarnos a Dios con corazones genuinos, valorando la relación y las promesas compartidas con Él. El uso de sal en las ofrendas simboliza el llamado a vivir una vida que sea agradable y dedicada a Dios, manteniendo la pureza y la fortaleza de nuestra fe.