El Día de la Expiación, conocido como Yom Kipur, era un día sagrado para los israelitas, dedicado a la expiación y el arrepentimiento. El ritual del chivo expiatorio era central en este día, simbolizando la eliminación de los pecados del pueblo. El chivo, sobre el cual se colocaban simbólicamente los pecados, era enviado al desierto, lo que significaba la separación del pecado de la comunidad. El hombre que guiaba al chivo debía pasar por un proceso de purificación, que incluía lavarse la ropa y bañarse. Este requisito subrayaba la santidad del acto y la necesidad de pureza al tratar con el pecado y la expiación.
El acto de lavarse y bañarse servía como una representación física de la limpieza espiritual. Recordaba a la comunidad la necesidad de pureza interior y la importancia de acercarse a Dios con un corazón limpio. Este ritual enfatizaba el poder transformador del arrepentimiento y el perdón, animando a los creyentes a buscar la renovación y la reconciliación con Dios. Por lo tanto, la ceremonia del chivo expiatorio no era solo un acto ritual, sino un profundo recordatorio de la misericordia de Dios y la posibilidad de un nuevo comienzo.