Judith se dirige a los líderes de Betulia, advirtiéndoles sobre las graves repercusiones de rendirse ante sus enemigos. Ella pinta un vívido cuadro de la posible catástrofe que podría ocurrir si pierden la fe y se entregan. La caída de su ciudad no solo significaría la pérdida de sus hogares y libertad, sino que también llevaría a la profanación de su templo sagrado, un lugar central para su identidad y adoración. Las palabras de Judith subrayan la gravedad de su situación, instándolos a mantenerse firmes en su fe y confiar en la liberación divina.
Su discurso es un llamado a la acción, recordando al pueblo que su lucha no es solo por su propia supervivencia, sino por la preservación de su fe y herencia. Al resaltar las implicaciones más amplias de su posible derrota, Judith busca unir a la gente para resistir la desesperación y continuar luchando con valentía y esperanza. Su liderazgo ejemplifica el poder de la fe y la determinación, alentando a su pueblo a creer que con la ayuda de Dios, pueden superar incluso los desafíos más desalentadores.