En este momento, Sansón es dotado de una fuerza extraordinaria por el Espíritu de Jehová, lo que le permite desgarrar un león con sus propias manos. Este acto no solo es una demostración de su poder físico, sino un testimonio del empoderamiento divino que recibe para cumplir su papel como juez y libertador de Israel. La presencia del Espíritu significa la participación activa de Dios en la vida de Su pueblo, proporcionándoles la fuerza necesaria para enfrentar y superar obstáculos aparentemente insuperables. El encuentro de Sansón con el león es un preludio a sus futuras hazañas contra los filisteos, mostrando el potencial del poder divino trabajando a través de agentes humanos.
Curiosamente, Sansón elige no revelar este evento milagroso a sus padres. Este secreto podría indicar una experiencia personal e íntima con el poder de Dios que aún no está listo para compartir. También sugiere que, a veces, las obras de Dios en nuestras vidas están destinadas al crecimiento personal y la comprensión antes de ser reveladas a otros. Este pasaje invita a los creyentes a confiar en el tiempo de Dios y en las maneras únicas en que Él nos equipa para los desafíos de la vida, animándonos a depender de Su fuerza en nuestras propias batallas.