En este pasaje, los israelitas confrontan a sus tribus hermanas, expresando una profunda preocupación por lo que parece ser una violación de la fe. La construcción de un altar por parte de las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés se percibe como un posible acto de rebelión contra Dios. En el contexto de la antigua Israel, los altares eran centrales para la adoración y los sacrificios, y construir uno fuera del lugar designado podría implicar establecer un centro rival de adoración. Esta acción despierta temores de desunidad y un posible alejamiento del pacto con Dios.
El versículo subraya la importancia de la unidad y la fidelidad en la adoración. Refleja la vigilancia de la comunidad para mantener su relación colectiva con Dios y la seriedad con la que consideran cualquier acción que pueda amenazar este vínculo. La respuesta de los israelitas no se trata solo del acto físico de construir un altar, sino de las implicaciones espirituales de tal acto. Sirve como una advertencia sobre la necesidad de una comunicación clara y entendimiento dentro de una comunidad de fe para prevenir malentendidos y mantener la armonía.