Og, rey de Basán, es reconocido como uno de los últimos de los refaítas, un grupo asociado con gran tamaño y fuerza. Su dominio sobre Ashtarot y Edrei indica su influencia significativa en la región. La mención de Og en este contexto sirve como un recordatorio histórico de las victorias que Dios proporcionó a los israelitas durante su conquista de la Tierra Prometida. Estas victorias no solo fueron éxitos militares, sino que se consideraron intervenciones divinas que cumplían las promesas de Dios a su pueblo elegido.
La referencia a Og y su territorio resalta el tema de la fidelidad y el poder de Dios. Asegura a los creyentes que, sin importar cuán desafiantes sean los obstáculos que enfrenten, el apoyo y la guía de Dios son inquebrantables. Este pasaje anima a los cristianos a confiar en la fuerza de Dios y a tener fe en que Él los guiará a través de sus propias batallas, tal como lo hizo con los israelitas. Es un testimonio de la creencia de que Dios siempre está presente, proveyendo y protegiendo a aquellos que confían en Él.