En una conversación con una mujer samaritana, Jesús aborda la división histórica y religiosa entre judíos y samaritanos. Los samaritanos tenían su propia versión del Pentateuco y adoraban en el monte Gerizim, separado del templo judío en Jerusalén. Jesús reconoce que el pueblo judío ha sido el custodio de las revelaciones de Dios, incluyendo la Ley y los Profetas, que apuntaban hacia el Mesías que había de venir. Por eso, afirma que la salvación es de los judíos, ya que el Mesías, Jesús mismo, proviene de la línea judía.
Esta declaración subraya la importancia de entender las raíces de la fe cristiana y el cumplimiento de las promesas de Dios a través de Jesús. También sirve como una invitación a todas las personas, sin importar su trasfondo, a abrazar la verdad del plan de salvación de Dios. El mensaje de Jesús trasciende las fronteras culturales y religiosas, ofreciendo una nueva forma de adoración basada en el espíritu y la verdad, accesible para todos los que creen en Él. Esta conversación anticipa la naturaleza inclusiva del Evangelio, que invita a todos a participar en la salvación ofrecida a través de Cristo.