La justicia es un estado de integridad moral y alineación con la voluntad de Dios. Sin embargo, es crucial reconocer que nuestras acciones justas no añaden nada a la esencia de Dios ni contribuyen a Su poder. Dios es autosuficiente, perfecto y completo, no le falta nada. Esta comprensión fomenta la humildad, recordándonos que nuestras buenas obras no son un medio para ganar el favor de Dios ni para aumentar Su gloria. En cambio, son una respuesta a Su amor y gracia, reflejando nuestra gratitud y devoción.
Nuestra justicia nos beneficia al fomentar el crecimiento espiritual y profundizar nuestra relación con Dios. También impacta positivamente a quienes nos rodean, promoviendo la justicia, la paz y la compasión. Al vivir con justicia, nos convertimos en instrumentos del amor y la gracia de Dios en el mundo, ayudando a establecer Su reino en la tierra. Esta perspectiva nos anima a centrarnos en el poder transformador de la justicia en nuestras vidas y en la de los demás, en lugar de buscar ganar favor o recompensa de Dios.