En Job 18:19, Bildad el sujita, uno de los amigos de Job, continúa su discurso sobre el destino de los malvados. Pinta un cuadro de desolación absoluta, donde una persona no tiene descendencia que lleve su nombre o legado. Esto refleja la creencia de que una vida vivida en oposición a Dios resulta en una completa borradura de la presencia e influencia de uno. En tiempos antiguos, tener descendientes se consideraba una bendición y una forma de asegurar que la memoria y el impacto de uno perduraran. Sin ellos, es como si la persona nunca hubiera existido.
El discurso de Bildad tiene la intención de advertir a Job sobre las consecuencias del pecado, aunque es importante recordar que su comprensión de la situación de Job es defectuosa. Asume que el sufrimiento de Job se debe a su propia maldad, lo cual no es el caso. Sin embargo, este versículo sirve como un recordatorio más amplio del valor de vivir una vida justa. Nos anima a considerar el legado que estamos construyendo y a esforzarnos por una vida que impacte positivamente a los demás y honre a Dios. Al hacerlo, aseguramos que nuestra influencia y memoria perduren, no solo a través de los descendientes, sino a través de las vidas que tocamos.