Santiago nos llama a hacer un esfuerzo consciente por eliminar las impurezas morales y el mal de nuestras vidas. Esto implica una elección deliberada de apartarse de comportamientos e influencias que van en contra de la voluntad de Dios. El enfoque está en crear un ambiente puro dentro de nosotros, donde la palabra de Dios pueda ser recibida de manera efectiva. Aceptar la palabra con humildad significa reconocer nuestra necesidad de guía divina y estar abiertos a su poder transformador. La palabra de Dios se compara con una semilla plantada en el corazón, que, cuando se nutre, crece y conduce a la salvación. Este proceso requiere tanto una limpieza de lo viejo como un abrazo de lo nuevo, destacando la relación dinámica entre el esfuerzo humano y la gracia divina. El versículo nos recuerda que el crecimiento espiritual implica rechazar lo que es dañino y abrazar lo que da vida, con el objetivo final de la salvación y una relación más cercana con Dios.
Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
Santiago 1:21
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