En este versículo, el profeta reconoce el don divino de la sabiduría y la elocuencia que Dios le ha otorgado. Este don le permite hablar palabras que traen consuelo y aliento a quienes están cansados y agobiados. La imagen de ser despertado cada mañana simboliza una renovación continua y diaria de la comprensión y el conocimiento. Se enfatiza la importancia de estar atentos y receptivos a la instrucción de Dios, como un estudiante ansioso por aprender de su maestro.
El versículo subraya el papel de la inspiración divina en nuestra capacidad para comunicarnos de manera efectiva y compasiva. Sugiere que nuestras palabras pueden tener un impacto profundo en los demás, especialmente cuando están guiadas por la sabiduría de Dios. Este pasaje anima a los creyentes a buscar la guía de Dios regularmente, asegurando que sus palabras no solo sean sabias, sino también nutritivas y solidarias. Sirve como un recordatorio de que nuestra capacidad para sostener y elevar a los demás es un regalo de Dios, uno que debe ser valorado y utilizado con cuidado.