La promesa de justicia de Dios es un tema central en este pasaje. Nos recuerda que la venganza no nos corresponde a nosotros, sino que le pertenece a Dios. Esto es tanto un consuelo como un desafío. Es un consuelo porque podemos confiar en que Dios corregirá las injusticias y traerá justicia a Su tiempo perfecto. Es un desafío porque nos invita a soltar nuestro deseo de retribución personal y confiar en el juicio de Dios. Además, el versículo destaca el papel de Dios como el juez supremo de Su pueblo, enfatizando Su autoridad y equidad. Al confiar la justicia a Dios, se nos invita a vivir en paz, libres de la carga de buscar venganza. Esta confianza nos permite enfocarnos en el perdón y la reconciliación, sabiendo que Dios ve todo y actuará con justicia. Fomenta una vida de fe, donde dependemos de la sabiduría y justicia de Dios en lugar de nuestra propia comprensión.
Porque conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.
Hebreos 10:30
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