En este versículo, Habacuc enfrenta la dura realidad del juicio de Dios a través de naciones extranjeras. Comienza afirmando la naturaleza eterna de Dios, reconociendo que Él es desde el principio y, por lo tanto, inmutable y confiable. Esta afirmación es crucial, ya que establece la base para confiar en las acciones de Dios, incluso cuando son difíciles de comprender. Habacuc se refiere a Dios como 'mi Santo', enfatizando la pureza y la rectitud de Dios, y 'mi Roca', destacando la firmeza y protección que Él ofrece.
El versículo también toca el tema de la justicia divina. Habacuc reconoce que Dios ha designado a ciertas naciones como instrumentos de juicio. Este reconocimiento refleja una profunda comprensión de la soberanía de Dios, donde incluso los eventos aparentemente negativos están bajo Su control y sirven a un propósito en Su plan divino. Para los creyentes, este versículo es un recordatorio de mantener la fe en la justicia y sabiduría eternas de Dios, confiando en que Sus acciones, aunque a veces misteriosas, son en última instancia para el bien de Su creación.