Abraham, al final de su vida, está profundamente preocupado por asegurar que su hijo Isaac se case con alguien de su propia familia, en lugar de una mujer cananea. Por ello, instruye a su siervo para que viaje de regreso a su tierra natal y encuentre una esposa adecuada para Isaac. Sin embargo, Abraham también deja claro que Isaac no debe regresar a la tierra de sus antepasados, ya que Dios les ha prometido la tierra en la que actualmente residen. Las instrucciones de Abraham reflejan su fe en las promesas de Dios y su comprensión de la importancia de permanecer en la tierra que Dios les ha dado. Además, respeta la autonomía de la mujer que podría convertirse en la esposa de Isaac, reconociendo que ella puede elegir no venir. Al liberar a su siervo del juramento si la mujer no está dispuesta, Abraham demuestra que, aunque confía en el plan de Dios, también reconoce la importancia del libre albedrío. Este pasaje subraya el equilibrio entre la providencia divina y la agencia humana, un tema que resuena a lo largo de la narrativa bíblica.
Y si la mujer no quisiere seguirte, serás libre de este mi juramento; sólo que a mi hijo no llevarás allí.
Génesis 24:8
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