En la narrativa, los hombres de Judá y Benjamín respondieron rápidamente al llamado de Esdras, reuniéndose en Jerusalén en un plazo de tres días. Esta rápida convocatoria subraya su reconocimiento de la seriedad de la situación. La reunión tuvo lugar el día veinte del noveno mes, un tiempo marcado por intensas lluvias, lo que contribuyó a la atmósfera sombría. El pueblo estaba angustiado, no solo por el mal tiempo, sino también por la gravedad de su pecado comunitario de matrimonios con mujeres extranjeras, lo cual iba en contra de las leyes que Dios les había dado. Este encuentro fue un momento crucial para la comunidad, ya que buscaban rectificar sus acciones y renovar su pacto con Dios. La lluvia sirve como una metáfora del proceso de limpieza y purificación que estaban a punto de emprender. También resalta su determinación y unidad al enfrentar circunstancias incómodas para lograr la restauración espiritual. Este evento es un testimonio del poder del arrepentimiento colectivo y la importancia de adherirse a la fe y las tradiciones propias.
Y se reunió todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas; y pidieron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel.
Esdras 10:9
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