En la visión de Ezequiel, seis hombres llegan del norte, cada uno portando un arma, lo que indica un juicio divino inminente. El norte a menudo simboliza la dirección de donde provienen las amenazas, lo que añade un tono ominoso a la escena. Acompañándolos, hay un hombre vestido de lino, un material asociado con la pureza y los deberes sacerdotales, lo que sugiere su papel como agente divino. Este hombre lleva un tintero, lo que significa su tarea de registrar o marcar a las personas, una práctica común en tiempos antiguos para señalar a aquellos apartados para un propósito específico.
El escenario cerca del altar de bronce, un lugar central para los sacrificios en el templo, subraya la gravedad de la situación. Sirve como un recordatorio de la relación de pacto entre Dios y Su pueblo, donde se ofrecían sacrificios para la expiación y la adoración. Esta visión destaca los dos aspectos de la naturaleza de Dios: Su justicia al abordar el pecado y Su misericordia al reconocer y preservar a los fieles. La tarea del hombre de lino de marcar a los fieles indica el conocimiento íntimo que Dios tiene de Su pueblo y Su compromiso de proteger a aquellos que permanecen leales a Él, incluso en medio de un juicio generalizado.