En este versículo, Dios establece una porción específica de tierra que debe ser reservada como sagrada para los sacerdotes, quienes tienen la responsabilidad de ministrar en el santuario. Esta tierra no solo es un lugar para su trabajo, sino también para sus hogares, integrando así sus vidas personales y espirituales. Los sacerdotes son aquellos que se acercan a Dios en nombre del pueblo, realizando rituales y manteniendo la santidad del templo. Al proporcionarles esta tierra, Dios asegura que tengan un entorno estable y sagrado para vivir y servir. Este arreglo subraya el valor que se otorga a su papel y la necesidad de que sean apoyados en sus deberes espirituales. Refleja un principio más amplio de cuidar a quienes sirven a Dios y a la comunidad, garantizando que tengan los recursos y el espacio necesarios para cumplir efectivamente con su vocación. El versículo también resalta la interconexión entre la adoración, la comunidad y la vida diaria, mostrando cómo estos elementos están entrelazados en la vida de aquellos dedicados al servicio espiritual.
Y la parte santa de la tierra será para los sacerdotes, ministros del santuario, que se acercan a ministrar al Señor; y será un lugar para sus casas, y un lugar santo para el santuario.
Ezequiel 45:4
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