En este versículo, Dios hace una declaración profunda sobre su identidad y la santidad de su nombre. Promete revelar su nombre santo al pueblo de Israel, asegurando que ya no será irrespetado ni mal utilizado. Este acto de revelación no solo beneficia a Israel, sino que también sirve como un testimonio para todas las naciones, afirmando que Dios es el Santo de Israel. Esta afirmación subraya el compromiso de Dios con su pueblo y su deseo de que su nombre sea reverenciado y respetado. Al hacer conocida su santidad, Dios refuerza su autoridad y la sacralidad de su relación con Israel. Este pasaje anima a los creyentes a reflexionar sobre la importancia de honrar el nombre de Dios en sus propias vidas, reconociendo su presencia y poder divinos. Sirve como un recordatorio de que la santidad de Dios es central a su naturaleza y que Él está activamente involucrado en asegurar que su nombre sea mantenido en alta estima en todo el mundo. Esta certeza de la presencia activa de Dios y la protección de su nombre ofrece consuelo y esperanza a todos los que confían en Él.
Y haré conocer mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel; y no permitiré más que profanen mi santo nombre; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, el Santo de Israel.
Ezequiel 39:7
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