Los mensajes de Dios a sus profetas a menudo llegaban en momentos precisos, indicando la relevancia de los eventos o mensajes que se estaban transmitiendo. La mención del undécimo año, tercer mes y primer día enfatiza la importancia de esta comunicación divina. Esto muestra que las palabras de Dios no son aleatorias, sino que se entregan con intención y propósito. Este versículo nos recuerda la participación activa de Dios en el mundo y su deseo de guiar a su pueblo a través de sus mensajeros elegidos. Al marcar el tiempo de manera tan específica, se destaca la importancia de estar atentos a la voz de Dios y reconocer los momentos en que Él elige hablar. Esto invita a los creyentes a permanecer abiertos y receptivos a la guía divina, confiando en que los mensajes de Dios se entregan con claridad y propósito. También nos asegura que Dios está al tanto de los detalles de nuestras vidas y se dirige a ellos en el momento adecuado, ofreciendo dirección e inspiración cuando es necesario.
La precisión en el tiempo de la comunicación divina nos invita a reflexionar sobre nuestra disposición para escuchar y seguir la guía de Dios, recordándonos que cada palabra tiene un significado y un momento especial en nuestro camino espiritual.