Ezequiel, un profeta durante el exilio babilónico, recibe un mensaje divino en una fecha concreta, subrayando el contexto histórico de sus profecías. Este mensaje particular da inicio a una serie de profecías contra Egipto, una nación que frecuentemente ha sido un actor importante en la política de la región. La precisión en la datación de esta revelación resalta la meticulosidad de la comunicación de Dios y su implicación en el curso de la historia humana. Además, sirve como un recordatorio del papel de los profetas como intermediarios entre Dios y su pueblo, encargados de transmitir verdades y advertencias divinas.
Este versículo introduce una profecía que abordará el orgullo de Egipto y su dependencia de su propia fuerza, señalando la autoridad suprema de Dios sobre todas las naciones. Invita a los creyentes a reflexionar sobre la importancia de atender la palabra de Dios y reconocer su control sobre los eventos del mundo. La especificidad de la fecha también nos anima a considerar la relevancia del tiempo en los planes de Dios, recordándonos que sus intervenciones son intencionadas y oportunas.