El mensaje profético de Ezequiel a menudo utiliza un lenguaje simbólico para ilustrar el estado espiritual de Israel y Judá. En este contexto, los babilonios representan naciones extranjeras con las que Israel y Judá formaron alianzas, comprometiendo así su fidelidad a Dios. La imagen de la contaminación sugiere la corrupción moral y espiritual que resulta de tales alianzas. Estas relaciones, inicialmente buscadas con deseo, conducen finalmente a un sentido de desdén y a la realización de la traición. Esto refleja un tema más amplio en Ezequiel: los peligros de la idolatría y la infidelidad a Dios. El versículo subraya la futilidad de buscar seguridad y satisfacción fuera del pacto de Dios y sirve como un llamado a regresar a la fidelidad. El apartarse con desdén puede verse como un momento de arrepentimiento, reconociendo la vacuidad de estas búsquedas y la necesidad de alinearse nuevamente con la voluntad de Dios. Este mensaje resuena a lo largo del tiempo, recordando a los creyentes la importancia de mantener la integridad espiritual y las consecuencias de alejarse de la guía divina.
Y vino a ella el hijo de Ahab, rey de Israel, y entró a ella, y la fornicó, y la contaminó; y ella se apartó de su Dios, y se prostituyó con ellos.
Ezequiel 23:17
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