En este versículo, Dios habla a través del profeta Ezequiel para confrontar a aquellos que afirman falsamente haber recibido visiones y mensajes de Él. Estos falsos profetas estaban engañando al pueblo de Israel, ofreciéndoles una falsa sensación de seguridad y esperanza. Dios, referido aquí como el Señor Jehová, declara su oposición a estas prácticas engañosas. Esta declaración divina subraya la seriedad con la que Dios considera la verdad y la integridad, especialmente en asuntos de liderazgo y guía espiritual.
El contexto de este mensaje es crucial, ya que fue entregado en un momento en que los israelitas estaban en el exilio y eran vulnerables a influencias engañosas. Los falsos profetas explotaron esta vulnerabilidad, prometiendo paz y prosperidad sin el respaldo de Dios. Al declarar su oposición, Dios advierte tanto a los profetas como al pueblo sobre las consecuencias de difundir y creer en mentiras. Esto sirve como un recordatorio atemporal para los creyentes de buscar la verdad y el discernimiento, asegurándose de que su fe y acciones estén alineadas con la verdadera palabra e intenciones de Dios. Resalta la importancia de estar vigilantes contra el engaño y de valorar la honestidad en todos los esfuerzos espirituales.