En la narrativa de las plagas en Egipto, la plaga de ranas fue una de las diez calamidades que Dios infligió a Egipto para obligar al faraón a liberar a los israelitas de la esclavitud. Después de que Moisés y Aarón invocaron a Dios para que quitara las ranas, estas murieron y fueron recogidas en montones, causando que un hedor penetrante invadiera la tierra. Esta vívida descripción subraya la magnitud de la plaga y el malestar que trajo a los egipcios.
El apilamiento de las ranas en montones simboliza la naturaleza abrumadora del poder de Dios y la futilidad de resistir Su voluntad. Sirve como un recordatorio contundente de las consecuencias de la terquedad del faraón y su negativa a obedecer el mandato divino. El hedor que llenó la tierra puede verse como una metáfora de la decadencia espiritual que resulta de oponerse a la autoridad divina. Para los creyentes, esta historia invita a reflexionar sobre la importancia de alinear las acciones con la voluntad de Dios y la paz que proviene de la obediencia y la humildad.