En este versículo, Dios le proporciona a Moisés una tercera señal para convencer a los israelitas y al faraón de Su autoridad divina y la legitimidad de la misión de Moisés. La transformación del agua del Nilo en sangre es una profunda demostración del poder de Dios sobre la creación. El río Nilo era un recurso vital para Egipto, simbolizando vida y sustento. Al convertir su agua en sangre, Dios está mostrando Su supremacía sobre el mundo natural y desafiando a las deidades egipcias asociadas con el río.
Esta señal no es solo una exhibición de poder, sino también una anticipación de las plagas que vendrán sobre Egipto si el faraón se niega a liberar a los israelitas. Resalta el compromiso de Dios de liberar a Su pueblo y Su disposición a usar medios extraordinarios para lograr este objetivo. El acto de convertir agua en sangre sirve como una advertencia y un testimonio de la capacidad de Dios para alterar el curso de la naturaleza para cumplir Sus promesas. A través de estas señales, Dios asegura a Moisés Su presencia y apoyo, animándolo a llevar a cabo la ardua tarea de guiar a los israelitas hacia la libertad.