En este versículo, Dios instruye a los israelitas a tratar a los extranjeros con amabilidad y equidad. El mandamiento es un recordatorio de su propia historia, ya que una vez fueron extraños en la tierra de Egipto. Esta experiencia compartida de ser forasteros actúa como un poderoso motivador para la empatía y la compasión. Al recordar su pasado, se les anima a extender la misma gracia y hospitalidad que una vez necesitaron. Esta enseñanza subraya un principio universal de tratar a los demás con dignidad y respeto, sin importar su origen o estatus. Se hace un llamado a una comunidad inclusiva y justa, que refleje el amor y la preocupación de Dios por todas las personas. El versículo desafía a los creyentes a mirar más allá de las fronteras culturales y nacionales y a ver la humanidad en cada persona. Habla de la importancia de crear una sociedad donde todos sean tratados con equidad y amabilidad, encarnando los valores de misericordia y justicia que son centrales en la fe cristiana.
No maltratarás a ningún extranjero, ni le oprimirás; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo soy Jehová vuestro Dios.
Éxodo 22:21
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