Este versículo destaca una práctica de la sociedad israelita antigua, donde un padre podía vender a su hija en servidumbre. No era una práctica inusual en las culturas antiguas, a menudo impulsada por la necesidad económica. Las reglas para las siervas diferían de las de los siervos, reflejando las normas sociales y los roles de género de la época. Las siervas a menudo eran integradas en el hogar de maneras que los siervos varones no lo eran, a veces involucrando el matrimonio con un miembro del hogar. Este arreglo tenía como objetivo proporcionar seguridad y protección a largo plazo para la mujer, aunque también subraya la falta de autonomía que tenían las mujeres en esa era.
Es importante abordar este versículo con una comprensión del contexto histórico y cultural, reconociendo que la Biblia a menudo describe prácticas que eran comunes en su tiempo, pero que no son prescriptivas para la vida moderna. Hoy en día, se llama a los cristianos a interpretar estos textos a través de la enseñanza de Jesús sobre el amor, la igualdad y la justicia, abogando por la dignidad y los derechos de todas las personas.