El mandamiento "No hurtarás" es uno de los Diez Mandamientos, que sirven como pautas éticas fundamentales en las tradiciones judeocristianas. Este mandamiento subraya la importancia de respetar los derechos y propiedades de los demás. Robar, en cualquier forma, interrumpe el tejido social al socavar la confianza y crear conflictos. Refleja una falta de respeto por el arduo trabajo y los esfuerzos que otros han realizado para adquirir sus posesiones.
Más allá del robo físico, este mandamiento también puede interpretarse como una condena a prácticas deshonestas como el fraude o el engaño. Exige integridad y equidad en todos los tratos, animando a las personas a ganar lo que necesitan a través de medios honestos. Al adherirse a este principio, las comunidades pueden fomentar un ambiente de confianza y cooperación, donde las personas se sientan seguras y valoradas. Este mandamiento también nos recuerda el llamado ético más amplio a cuidar unos de otros y a asegurarnos de que nuestras acciones no perjudiquen a los demás ni a sus medios de vida. Mantener este mandamiento contribuye a una sociedad justa y equitativa, donde todos son alentados a contribuir positivamente y a respetar los derechos de los demás.