Moisés se siente abrumado por la carga de juzgar todas las disputas entre los israelitas por sí solo. Su suegro, Jetro, se da cuenta de esto y le ofrece un consejo crucial: el método actual no es sostenible ni beneficioso para Moisés ni para el pueblo. La percepción de Jetro subraya la importancia de delegar y distribuir responsabilidades. Él sugiere que Moisés designe a líderes capaces y dignos de confianza para que lo asistan, permitiéndole concentrarse en asuntos más significativos mientras otros manejan disputas menores.
Este consejo no solo es práctico, sino también profundamente sabio, ya que reconoce las limitaciones de una sola persona y la fuerza que se encuentra en la comunidad. Enseña que el liderazgo no se trata de hacerlo todo uno mismo, sino de empoderar a otros para que compartan la misión. Este principio es aplicable en varios aspectos de la vida, animando a las personas a buscar ayuda y colaborar con otros para alcanzar objetivos comunes. También refleja el tema bíblico de la comunidad, donde cada miembro juega un papel vital en el bienestar del conjunto.