Pablo se dirige a los creyentes gentiles en Éfeso, recordándoles su anterior estatus como forasteros en la comunidad judía. El término "incircuncisos" solía usarse de manera despectiva por los judíos para describir a los gentiles, resaltando una separación física y cultural. La circuncisión era un signo significativo del pacto judío con Dios, simbolizando su estatus de elegidos. Sin embargo, Pablo señala que esta es una distinción hecha por el hombre, enfatizando que la verdadera pertenencia a la familia de Dios no se determina por marcas físicas, sino por la fe en Cristo.
Al recordar su pasado, Pablo no busca avergonzar a los creyentes gentiles, sino ayudarles a apreciar el profundo cambio que su fe en Jesús ha traído. Esta transformación les permite ser parte del pueblo de Dios, derribando las barreras que antes los separaban. El versículo sirve como un recordatorio de la unidad y la igualdad que se encuentran en Cristo, donde las distinciones culturales y físicas son superadas. Anima a los creyentes a abrazar su nueva identidad y la naturaleza inclusiva de la comunidad cristiana, que está abierta a todos, sin importar su herencia o prácticas religiosas anteriores.