El principio de dar que se presenta aquí está profundamente arraigado en la gratitud y el reconocimiento de las bendiciones divinas. Se invita a los creyentes a reflexionar sobre cómo Dios les ha bendecido y a responder de acuerdo a ello. Este enfoque no se centra en cantidades iguales, sino en la proporcionalidad, asegurando que la contribución de cada persona sea un verdadero reflejo de sus circunstancias y su gratitud. Esto crea un sentido de equidad y responsabilidad personal, ya que cada uno debe evaluar sus propias bendiciones y dar en consecuencia.
Además, esta práctica fomenta un espíritu comunitario donde todos participan en el apoyo a las necesidades comunes, promoviendo la unidad y la responsabilidad compartida. También enseña el valor de la administración, recordando a los creyentes que todo lo que tienen proviene de Dios y debe ser utilizado para honrarlo. Al dar en proporción a sus bendiciones, se les recuerda a los individuos su conexión con Dios y su deber de cuidar a los demás, reforzando un ciclo de generosidad y gratitud.