En los primeros días de la iglesia cristiana, los creyentes enfrentaron una intensa persecución. Saulo, quien más tarde se convertiría en el apóstol Pablo, apoyaba inicialmente los esfuerzos por suprimir el movimiento cristiano. Su aprobación de la muerte de Esteban, el primer mártir cristiano, marcó un punto de inflexión. En ese día, estalló una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén, lo que llevó a los creyentes a huir hacia regiones cercanas como Judea y Samaria. Esta dispersión de cristianos, aunque fue una respuesta a la persecución, también sirvió como un catalizador para la difusión del Evangelio. Sin embargo, los apóstoles permanecieron en Jerusalén, firmes en su misión de guiar y apoyar a la iglesia primitiva. Este pasaje ilustra cómo Dios puede obrar a través de situaciones desafiantes para cumplir su plan mayor. La dispersión de los creyentes llevó al establecimiento de nuevas comunidades cristianas y a una mayor difusión de las enseñanzas de Jesús. Nos recuerda que incluso en tiempos de prueba, pueden surgir oportunidades para el crecimiento y la expansión de la fe.
Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.
Hechos 8:1
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