El relato de Pablo sobre su encuentro en el camino a Damasco es un poderoso testimonio del poder transformador de la intervención divina. Mientras viajaba con la intención de perseguir a los cristianos, fue derribado y escuchó la voz de Jesús hablándole directamente en arameo. La repetición de su nombre, "Saulo, Saulo", enfatiza la naturaleza personal de este llamado divino. La pregunta de Jesús, "¿Por qué me persigues?", subraya la unidad entre Cristo y sus seguidores, indicando que hacerles daño es hacerle daño a Él.
La frase "dar cosas contra el aguijón" es una metáfora agrícola, donde los aguijones son palos afilados utilizados para guiar a los bueyes. Patear contra ellos solo causaría dolor al animal, simbolizando la futilidad y el daño autoinfligido de resistir la voluntad de Dios. Este encuentro no solo detuvo la persecución de Pablo hacia los cristianos, sino que también redirigió su fervor hacia la difusión del mensaje de Cristo. Sirve como un recordatorio del profundo cambio que puede ocurrir cuando uno está abierto a la guía divina y la importancia de alinear las acciones con un propósito superior.