Las personas, al comprender el mensaje sobre Jesús, decidieron ser bautizadas en Su nombre, lo que significa su aceptación y creencia en Él como su Salvador. El bautismo en la comunidad cristiana primitiva era un acto profundo de fe, simbolizando el arrepentimiento, la limpieza del pecado y una nueva vida en Cristo. Era una declaración pública del compromiso de seguir a Jesús y ser parte de Su cuerpo, la Iglesia. Este evento subraya el poder transformador del Evangelio, ya que llama a las personas a responder no solo con creencia, sino también con acción. El bautismo sirve como una expresión externa de un cambio interno, un paso de obediencia que se alinea con las enseñanzas de Jesús. También refleja la unidad de los creyentes, ya que son bautizados en una misma fe, compartiendo el mismo Espíritu. Este momento en los Hechos destaca la importancia del bautismo como una práctica fundamental en el cristianismo, enfatizando la nueva identidad y propósito del creyente en Cristo. Es un recordatorio de los aspectos personales y comunitarios de la fe, animando a los creyentes a vivir su compromiso con Jesús en la vida cotidiana.
Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Hechos 19:5
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