Dios ha determinado un día específico para juzgar al mundo, asegurando que este juicio se realice con equidad e integridad. El juez designado es Jesucristo, lo que resalta Su papel central en el plan de Dios para la humanidad. La resurrección de Jesús se presenta como una evidencia innegable de Su autoridad y de la realidad de este juicio futuro. Esta resurrección no solo es una piedra angular de la fe cristiana, sino también una garantía de las promesas de Dios y de Su compromiso con la justicia.
Los creyentes son animados a reflexionar sobre sus vidas a la luz de este juicio venidero, entendiendo que la justicia de Dios es inevitable y justa. Este conocimiento trae esperanza, ya que asegura que las injusticias serán rectificadas y que la justicia prevalecerá. También llama a una vida de fidelidad e integridad moral, sabiendo que nuestras acciones son vistas por Dios y que somos responsables ante Él. La resurrección de Jesús es un faro de esperanza, afirmando que la vida se extiende más allá de la tumba y que la justicia de Dios triunfará en última instancia.