Tras la ascensión de Jesús, los apóstoles regresaron a Jerusalén desde el Monte de los Olivos, un lugar de gran importancia espiritual, ya que fue el sitio de la ascensión de Jesús y está vinculado a muchos eventos cruciales de su ministerio. La mención de "un día de reposo" se refiere a la distancia máxima que un judío podía recorrer en sábado sin infringir la ley, que era aproximadamente 2,000 codos o cerca de 1 kilómetro. Este detalle resalta la adherencia de los apóstoles a las costumbres judías y su compromiso con la fe.
El regreso a Jerusalén no fue solo un viaje físico, sino también espiritual, ya que se estaban preparando para la llegada del Espíritu Santo, que Jesús había prometido. Este período de espera y anticipación fue crucial para los apóstoles, ya que les permitió reflexionar sobre sus experiencias con Jesús y prepararse para la misión que tenían por delante. La obediencia y unidad de los apóstoles en este tiempo sentaron las bases para el nacimiento de la Iglesia primitiva y la difusión del mensaje del Evangelio.