El profeta Gad entrega un mensaje divino a David, instruyéndolo a construir un altar en la era de Arauna, el jebuseo. Esta directriz llega en un momento en que David busca expiar sus acciones que llevaron a una plaga sobre Israel. La elección del lugar es significativa, ya que las eras eran vistas como espacios sagrados, abiertos y elevados, simbolizando un lugar donde el cielo y la tierra se encuentran. Al construir un altar allí, David no solo obedece el mandato de Dios, sino que también reconoce su dependencia de la misericordia y la gracia divinas.
Este acto de construir un altar es una profunda expresión de arrepentimiento y adoración. Significa el compromiso de David por restaurar su relación con Dios y su disposición a seguir las instrucciones divinas, incluso cuando requieren sacrificios personales. El altar se convierte en un lugar de reconciliación y renovación, donde David puede ofrecer sacrificios y buscar el perdón de Dios. Esta historia enfatiza la importancia de la humildad, la obediencia y el poder transformador de la adoración sincera en la vida de un creyente. Nos recuerda que, sin importar nuestras acciones pasadas, siempre hay un camino hacia la redención a través de la fe y la devoción.