Joacim se convirtió en rey de Judá a la joven edad de dieciocho años, en un tiempo de gran agitación política. Su reinado duró solo tres meses, lo que es un testimonio de la inestabilidad que asolaba el reino. Este breve período de gobierno ocurrió en medio del dominio babilónico, ya que Judá se encontraba atrapado entre imperios poderosos. La mención de la madre de Joacim, Nehusta, hija de Elnatán, sugiere su prominencia y posible influencia en la corte real. Su origen de Jerusalén podría indicar una conexión con las familias de élite de la ciudad.
El corto reinado de Joacim refleja las luchas más amplias de Judá durante esta era, mientras el reino lidiaba con amenazas externas y desafíos internos. La brevedad de su mandato subraya la naturaleza transitoria del poder terrenal y la importancia de un gobierno sabio y estable. Para los lectores modernos, este pasaje puede servir como un recordatorio de buscar sabiduría y estabilidad en el liderazgo, reconociendo que la verdadera fortaleza a menudo reside en la humildad y en la dependencia de la guía divina en lugar de en el mero poder humano.