El contexto de este versículo se sitúa en un período de inestabilidad en el reino de Judá, donde el rey legítimo, un niño, está bajo amenaza. El templo del SEÑOR sirve como un santuario, un lugar donde se siente la presencia divina y donde el rey puede ser protegido. La instrucción de colocar guardias en las entradas subraya la importancia de la vigilancia y la disposición para defenderse contra cualquier amenaza. Este acto de protección no es solo físico, sino también simbólico de salvaguardar la integridad espiritual y moral de la comunidad. En un sentido más amplio, este versículo anima a los creyentes a estar atentos a sus vidas espirituales, asegurándose de que su fe permanezca fuerte y sin mancha por influencias externas. Nos recuerda la importancia de la comunidad y la responsabilidad colectiva en la preservación de lo sagrado y lo que se nos ha confiado. El templo, como lugar de adoración y encuentro divino, se convierte en un punto focal de unidad y fortaleza, donde la comunidad se reúne para proteger y mantener sus valores y creencias compartidas.
Y la tercera parte estaréis en la casa del rey, y la tercera parte en la puerta de la fundición, y la tercera parte en la puerta grande; y estaréis sobre los guardias de la casa, y estaréis sobre los guardias de la casa.
2 Reyes 11:6
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