En este pasaje, la narrativa se centra en un momento de intervención divina donde Dios libera al rey Ezequías y al pueblo de Jerusalén de la amenaza que representaba Senaquerib, el rey de Asiria. Este evento subraya el tema de la soberanía de Dios y Su capacidad para proteger a Su pueblo frente a adversarios formidables. La fe y el liderazgo de Ezequías, combinados con la intervención de Dios, condujeron a la liberación de Jerusalén. El versículo asegura a los creyentes sobre la omnipresencia de Dios y Su disposición para salvaguardar a Sus seguidores del daño. También refleja el tema bíblico más amplio de que Dios es un protector y proveedor, ofreciendo paz y seguridad a aquellos que confían en Él. Esta historia anima a los creyentes a permanecer firmes en la fe, confiando en que Dios cuidará de ellos en todas las circunstancias, tal como lo hizo con Ezequías y Jerusalén. La certeza de la protección de Dios es una fuente de consuelo y fortaleza, recordando a los cristianos que son apoyados y amados por un Dios poderoso y compasivo.
Así libró Jehová a Ezequías y a los moradores de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de la mano de todos; y les dio descanso por todas partes.
2 Crónicas 32:22
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