Este versículo se centra en las características únicas y divinas de Dios. Se le describe como el único poseedor de la inmortalidad, una cualidad que lo distingue de toda la creación. A diferencia de los humanos, que estamos sujetos a la mortalidad, Dios existe eternamente, sin verse afectado por el paso del tiempo ni por la inevitabilidad de la muerte. La imagen de Dios habitando en "luz inaccesible" resalta Su santidad y pureza, sugiriendo una presencia divina que está más allá de la comprensión o el acceso humano. Esta luz simboliza Su justicia absoluta y la perfección de Su naturaleza.
La afirmación de que nadie ha visto ni puede ver a Dios subraya la trascendencia y el misterio de Su ser. Nos recuerda las limitaciones de la comprensión humana respecto a lo divino. El versículo concluye con una doxología, que afirma el honor y la grandeza eternos de Dios. Esta expresión de alabanza sirve para reconocer la autoridad suprema de Dios y la reverencia que se le debe. Nos anima a vivir en asombro ante la majestad de Dios, reconociendo Su poder incomparable y la naturaleza eterna de Su reino.