En la tierra de Maón, vivía un hombre excepcionalmente rico, propietario de mil cabras y tres mil ovejas. Esta riqueza es significativa, ya que el ganado era una medida primordial de riqueza y estatus en tiempos antiguos. El hombre estaba ocupado en la esquila de sus ovejas en Carmel, una actividad que era tanto económicamente importante como un evento comunitario. La esquila de ovejas marcaba un tiempo de productividad y celebración, ya que era una fuente principal de ingresos. Este contexto de riqueza y actividad económica establece el escenario para la narrativa que se desarrolla, enfatizando la influencia del hombre y el trasfondo cultural de la historia. La descripción de su riqueza y actividades proporciona una visión de las estructuras sociales y económicas de la época, donde la prosperidad estaba estrechamente ligada a la agricultura y el ganado.
La importancia de la esquila también resalta cómo las comunidades se unían en torno a actividades productivas, creando lazos sociales y celebrando el trabajo conjunto. En este sentido, el hombre no solo es un símbolo de riqueza, sino también de las tradiciones y valores que unían a su comunidad.