En este momento de la narrativa, la partida de Samuel de Gilgal a Gabaá significa un punto de inflexión en la relación entre el profeta y el rey Saúl. Samuel, que representa la voz y la autoridad de Dios, había instruido a Saúl que lo esperara antes de realizar cualquier sacrificio. Sin embargo, la impaciencia de Saúl lo llevó a actuar por su cuenta, ofreciendo sacrificios sin la presencia de Samuel, lo que constituyó una desobediencia directa al mandato divino. Este acto de impaciencia y falta de fe resultó en la partida de Samuel, simbolizando una retirada del favor y la guía divina.
La mención de Saúl contando a sus hombres, que sumaban aproximadamente seiscientos, destaca la situación precaria en la que se encontraba. Su ejército se había reducido significativamente, lo que indicaba una pérdida de confianza y apoyo entre sus tropas. Esta reducción en números no solo refleja los desafíos militares inmediatos que enfrentaba Saúl, sino que también sirve como una metáfora de los retos espirituales y de liderazgo que se avecinaban. La dependencia de Saúl en su propio juicio, en lugar de esperar la dirección de Dios, presagia las dificultades que encontraría como rey. Este pasaje nos recuerda la importancia de la paciencia, la obediencia y la confianza en el tiempo y la sabiduría de Dios, lecciones que son universalmente aplicables a los creyentes.