Alcimo, quien había sido nombrado sumo sacerdote por los gobernantes seléucidas, era conocido por sus acciones opresivas contra su propio pueblo. Su repentina aflicción, que lo dejó incapaz de hablar o manejar sus asuntos, se considera un acto de justicia divina. Esta narrativa subraya la creencia de que aquellos que abusan del poder y actúan injustamente enfrentarán consecuencias. La parálisis de Alcimo puede verse como una metáfora del silencio de la injusticia y la restauración del orden. Sirve como un poderoso recordatorio de que, a pesar del éxito temporal de los líderes opresores, hay un poder superior que asegura que se haga justicia. La historia anima a los creyentes a confiar en la justicia divina y a mantenerse firmes en su fe, sabiendo que la rectitud prevalecerá al final. Este pasaje también refleja el contexto histórico de la lucha macabea por la libertad religiosa y política, enfatizando la importancia de la integridad y la fidelidad a las propias creencias frente a la adversidad.
Y los que quedaban de los de Jonatán, tomaron a su hermano Simón, y lo hicieron príncipe sobre ellos.
1 Macabeos 9:56
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