En la construcción del templo de Salomón, se colocaron ventanas estrechas en lo alto de las paredes. Esta elección arquitectónica cumplía tanto funciones prácticas como simbólicas. Desde un punto de vista práctico, las ventanas permitían que la luz natural entrara en el templo, iluminando sus espacios sagrados sin comprometer la seguridad. Simbólicamente, las ventanas representan la idea de que la luz divina entra en el alma humana, ofreciendo guía y claridad. La altura de las ventanas sugiere que la iluminación espiritual proviene de lo alto, invitando a los creyentes a mirar hacia arriba, hacia Dios, en busca de inspiración y sabiduría.
La estrechez de las ventanas también puede verse como una metáfora del enfoque disciplinado y concentrado necesario para mantener una vida espiritual fuerte. Así como las ventanas dejan entrar la luz mientras mantienen alejadas las distracciones, se anima a los creyentes a abrir sus corazones a la presencia de Dios mientras se protegen de las tentaciones del mundo. Este elemento de diseño del templo sirve como un recordatorio de la importancia de equilibrar la apertura a la influencia divina con la protección de la integridad espiritual de cada uno.