La escena se desarrolla tras un dramático desafío entre el profeta Elías y los profetas de Baal en el monte Carmelo. Elías, un profeta del Señor, desafía al pueblo de Israel a elegir entre seguir a Dios o a Baal. Establece una prueba para demostrar quién es el verdadero Dios. Después de que los profetas de Baal fallan en obtener una respuesta de su dios, Elías ora al Señor, quien responde enviando fuego del cielo para consumir el sacrificio. Este evento milagroso deja claro para el pueblo quién es el verdadero Dios. Su respuesta es inmediata y unánime; caen prostrados y proclaman: "¡Jehová es el Dios!" Esta declaración es un momento crucial de arrepentimiento y reconocimiento del poder y la autoridad suprema de Dios. Subraya la importancia de la fe y la necesidad de un compromiso decisivo con Dios. El evento sirve como un poderoso recordatorio de que Dios siempre está dispuesto a revelarse a quienes lo buscan con sinceridad, y que la verdadera adoración implica tanto el reconocimiento del poder de Dios como una respuesta sincera de reverencia y sumisión.
Y viendo todo el pueblo, cayeron sobre sus rostros, y dijeron: ¡Jehová es el Dios! ¡Jehová es el Dios!
1 Reyes 18:39
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