La ascensión de Omri al trono de Israel durante el año treinta y uno del reinado de Asa en Judá resalta la continua división y complejidad dentro del antiguo reino israelita. Omri reinó durante doce años, pasando los primeros seis en Tirza, una ciudad que fue la capital antes de que él estableciera Samaria como el nuevo centro de poder. La decisión de Omri de trasladar la capital a Samaria fue estratégica, ya que ofrecía una ubicación más defensible y central, que más tarde se convertiría en un importante centro cultural y político en el reino del norte.
Omri es reconocido por su astucia política y su capacidad para consolidar el poder, lo que trajo un grado de estabilidad a Israel durante su reinado. A pesar de los desafíos internos y externos, incluyendo conflictos con Judá, el liderazgo de Omri preparó el terreno para futuros desarrollos, tanto políticos como espirituales. Su reinado es un recordatorio de las complejidades del liderazgo y la gobernanza, especialmente en tiempos de división y conflicto. El legado de Omri, aunque mixto, subraya la importancia de una visión estratégica y el impacto de las decisiones de liderazgo en el curso de la historia.