En su carta a los corintios, Pablo aborda la cuestión de mantener la pureza dentro de la comunidad cristiana. Resalta la importancia de no asociarse con individuos que profesan ser cristianos pero que viven de maneras que contradicen las enseñanzas de Cristo. Esto incluye comportamientos como la inmoralidad sexual, la avaricia, la idolatría, la difamación, la embriaguez y el robo. La instrucción de Pablo no está destinada a aislar o condenar, sino a proteger la integridad y el testimonio de la iglesia. Al evitar lazos cercanos con aquellos que persisten en tales comportamientos, la comunidad puede mantener sus valores y fomentar un verdadero arrepentimiento y transformación. Esta enseñanza destaca el equilibrio entre la gracia y la responsabilidad, instando a los creyentes a vivir de una manera que honre su compromiso con Cristo. También sirve como un recordatorio de la influencia que las acciones de uno pueden tener en la comunidad más amplia, animando a los creyentes a ser conscientes de su conducta y su impacto en los demás.
Mas ahora os escribo que no os asociéis con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.
1 Corintios 5:11
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