En este versículo, Pablo se dirige a la iglesia de Corinto, enfatizando el esfuerzo colaborativo en la difusión del Evangelio y el cuidado de los creyentes. Utiliza la analogía de plantar y regar para describir su papel y el de Apolos en el ministerio. Pablo 'plantó la semilla' al introducir a los corintios al Evangelio, mientras que Apolos 'regó' al enseñar y animarles más. Sin embargo, Pablo deja claro que el crecimiento de la iglesia y la madurez espiritual de sus miembros son, en última instancia, obra de Dios.
Esta metáfora subraya la idea de que, aunque los esfuerzos humanos son necesarios y valiosos, no son suficientes por sí solos. Es Dios quien proporciona el aumento, asegurando que las semillas de fe echen raíces y florezcan. Esta perspectiva fomenta la humildad entre los creyentes, recordándoles que son colaboradores con Dios y que sus esfuerzos deben estar alineados con Su voluntad. También promueve la unidad dentro de la iglesia, ya que la contribución de cada persona es vital, pero es Dios quien orquesta el crecimiento y el éxito general de Su obra.